Manises.- Acosados por los aviones

LEVANTE/Valencia* : Pepe y Virginia compraron hace casi veinte años un chalé en la urbanización La Mallà de Manises. El aeropuerto estaba a unos kilómetros de su vivienda, pero los campos de naranjos que la rodeaban -totalmente legal, con luz, agua, saneamiento y todo tipo de servicios- amortiguaban el ruido de los motores que rugían a lo lejos. Pepe, un gran aficionado a la columbicultura y los caballos, había montado una pequeña cuadra en su parcela con un miniruedo (uno de sus cuatro hijos es domador) y un palomar. Su vida transcurría tranquila. "Aquí se estaba en la gloria. Creía que esta casa sería mi seguro de vida para la jubilación", explica a Levante-EMV. Todo se torció hace cinco años cuando el aeropuerto de Valencia decidió ampliarse. El ruido ensordecedor de los aviones se coló en sus vidas como un miembro de la familia más.
Subidos en la terraza del palomar, mientras su mujer y su nieta recolectan nísperos, la tranquila tarde que nos rodea parece desmentir el infierno que describen estos vecinos de Manises.

De repente, una luz que aparece en el horizonte, anuncia la inminente llegada del primer avión de la tarde, que aterriza a doscientos metros de la casa de Pepe. Desde el palomar parece que casi se pueden tocar los aviones de tan cerca que pasan. El ruido es ensordecedor. Intentar hablar es inútil porque el rugido del avión lo inunda todo. Hay que interrumpir la conversación y continuar cuando el aparato haya aterrizado. Es la rutina a la que han tenido que acostumbrase Pepe y su familia desde que el aeropuerto de Manises se amplió en 2007 y acercó una de sus pistas a la casa familiar. Una rutina acústica que ha provocado que Virginia haya perdido el 50% de audición y que a Pepe se lo coman los nervios por lo que se encuentra en tratamiento psiquiátrico. "No puedes mantener una conversación ni ver una película porque, en lo mejor, el ruido no te deja oir". No sólo les afectan los aterrizajes. "Hemos llegado a contar hasta 7 aviones en cola" en una pista un poco más alejada que la de aterrizaje, pero lo suficientemente cerca de la vivienda para que vibre la casa y retumben hasta los cristales. "Hay veces que el olor a fuel llega hasta la casa y tenemos que cerrar puertas y ventanas", explica Virginia.
"Dentro es peor porque es un recinto cerrado", asegura Pepe a quien se le nota ya el cansancio de ser el David que lucha contra el Goliat de Aena (Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea). Hace dos años presentó una demanda judicial contra la entidad empresarial que depende del Ministerio de Fomento. Es el único vecino que lo ha hecho. Una jueza de Quart de Poblet decidirá si acepta la reclamación de Pepe y su familia y de qué forma se les compensa por haber transformado su vida en un infierno "insoportable". "El Seprona pasó seis meses en mi casa haciendo mediciones y ya me advirtieron que el ruido superaba tres o cuatro veces más el límite legal ", recuerda. Aena le ha ofrecido insonorizar su casa (cambiarle las ventanas) pero Pepe y su familia han rechazado esta opción."Una ventana doble no resuelve nada y, aunque lo hiciera, tampoco vas a estar siempre encerrado en casa". La familia ya no usa ni el porche y hace tiempo que renunciaron a cuidar los caballos "se ponían muy nerviosos y tuve que retirarlos".
Ahora sólo confían en que la justicia reconozca la afección que les ha provocado la proximidad del aeropuerto y "que me paguen el valor de la casa para que me pueda ir a vivir, los años que me queden, a un lugar tranquilo". Y defiende que él no fue a buscar el aeropuerto. "Ha sido él quien ha venido cerca de mi casa. Por eso no entiendo declaraciones como la del anterior Delegado del Gobierno que nos recomendó acostumbrarnos al ruido. Yo simplemente le invitaría a pasar un fin de semana aquí a ver si lo aguantaba".


* Levante - 29.05.11
Foto: Pepe, el vecino de la urbanización de la Mallà de Manises, cuya casa ha quedado pegada a la pista de aterrizaje del aeropuerto de Manises tras la ampliación de 2007 - levante

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