Torres más altas

ALBERTO VILLADIEGO* : El debate que se está desarrollando últimamente en Sevilla se ha polarizado a extremos de exacerbación. Dos posiciones totalmente enfrentadas entre, por un lado, quienes apoyan la construcción de la Torre Pelli, y aquellos otros que no aceptan la elevación de un rascacielos en zona tan delicada desde el punto de vista patrimonial.
Estos últimos se apoyan en los informes preliminares de la UNESCO, organismo técnico cultural de la ONU. Y frente a ello, hay un sector de opinión que primero no entiende cómo puede afectar la Torre a la zona patrimonial del triángulo Catedral-Alcázar-Archivo de Indias, dada su lejanía del centro. Para defender su posición, incluso llegan a minusvalorar la labor de la UNESCO, afirmando que jamás la capital perderá su alto valor turístico pese a que la degradaran con la suspensión de la calificación de Patrimonio de la Humanidad de su casco histórico.
Lo que cabe preguntarse es cómo hemos llegado a la desfachatez de inventarnos una supuesta invasión de órganos internacionales contraponiéndolo a una hipotética defensa de los valores de sevillanía. Parece que estamos reviviendo, al rebufo de las conmemoraciones de la Pepa de Cádiz, una invasión seudonapoleónica de la UNESCO sobre la auténtica sevillanía a la vez armada de navaja afilada y trabuco. Nos obligan a posicionarnos de un lado o del otro: o eres afrancesado (extranjero) o eres español (sevillano). No se trata de eso.

Ni tampoco se trata de vertebrar la discusión entre modernos y rancios. Los autodenominados modernos quieren que Sevilla arraigue definitivamente en el siglo XXI mediante un rascacielos. Y a la otra orilla, parecen querer desterrar a los melancólicos del adoquín y las calesas. De una burda manipulación de conceptos estamos hablando.

Se pretende alcanzar la modernidad a través de un rascacielos, cuando estas estructuras tienen ya dos siglos de antigüedad. Dicho lo cual tal vez se trate de que los defensores relacionen los rascacielos con su época de florecimiento en EE.UU, en los años veinte del siglo pasado, cuando los norteamericanos se convirtieron en el líder mundial de las finanzas. Este argumento se cae por su propio peso, porque supone pensar que es lo mismo contenido que continente. ¿Qué tendrá que ver una estructura edificada con la inventiva y riesgo de los empresarios neoyorquinos de Wall Street que trabajaban en su interior? Estos modernillos actúan a la manera de un cantautor novel que para alcanzar la genialidad utiliza el modelo de gafas redondas que llevaba John Lennon. Pues muy bien, volvamos a utilizar pajarita y a bailar el charlestón.
Ni siquiera ha de centrarse el debate en la patrimonialidad de Sevilla. Más bien, nos encontramos ante un supuesto de agresión a la ciudad entera. Me explico: del año 2000 es el Convenio Europeo del Paisaje, un instrumento con el cual se trabaja la conservación y desarrollo sostenible de los paisajes rurales y urbanos de nuestro entorno. En él se habla del cuidado del paisaje a que se obligan a los Estados firmantes, entre ellos España, por medio del vínculo espaciotemporal sensible creado entre las personas y sus territorios. Por ello, se esperaría del Gobierno de España una acción firme puesto que la Torre Cajasol es dañino al paisaje de Sevilla, basado tradicionalmente en la horizontalidad y remarcado ésta por el gran río. Este paisaje debe ser protegido en todo caso en sus aspectos significativos, y así lo exige el Convenio Europeo del Paisaje al reconocer textualmente que “el paisaje es un elemento importante de calidad de vida de las poblaciones”. La verticalidad excesiva es una aberración para el skyline no sólo capitalizado por la Giralda sino también para la línea ribereña de Triana. ¿O es que muchos que están vociferando permitirían un rascacielos en la calle Betis pese a estar alejado de la zona patrimonial histórica de la Catedral? Y no me olvido de señalar que el Convenio señala en su artículo 4 que cada Estado lo aplicará según el reparto de competencias territoriales existentes, es decir, la responsabilidad del caso Pelli-Cajasol se reparte entre Ayuntamiento, Estado y Junta de Andalucía. A cumplir la ley, en concreto la publicada en el BOE de 5 de febrero de 2008.
Me entristece especialmente que esto suceda en Sevilla porque aquí surgió el germen del paisajismo responsable, del urbanismo sostenible. Fue la conocida como Carta de Sevilla, la Carta del Paisaje Mediterráneo que proyectaron en 1992 las autoridades de la Junta de Andalucía, la Toscana y el Sur de Francia. Donde se recogían bellas palabras sobre el paisaje como “manifestación de la relación sensible de los individuos y sociedades con su territorio”. Esa sensibilidad que parece queremos destruir aquí en Sevilla, paradójicamente sede oficial de la Mesa Técnica de la Red Europea de Autoridades Locales y Regionales para el Desarrollo del Convenio Europeo del Paisaje (RECEP-ENELC).


* Giralda Info - Opinión - 29.1.12

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