Barcelona.- Primero, las personas

ELPERIÓDICO* : Uno de los detalles sorprendentes que se pueden descubrir en una paciente lectura de la historia del paracaidismo es que antecede en un siglo a la invención de la aviación. Es, con condescendencia por parte del lector, una metáfora posible de lo que durante más de un siglo ha sido el urbanismo barcelonés. Primero, las personas. Con ese lema ha crecido la ciudad hasta sus hechuras actuales. Primero, las personas. Luego, las casas. Así fue con motivo de la celebración de la Exposición Universal de 1888. Así volvió a ser cuando se organizó la Exposición Internacional de 1929. Lo fue también durante el franquismo, cuando la prácticamente única efervescencia industrial española era la catalana. Sin embargo, considerar al nuevo barraquismo del siglo XXI un heredero de esa tradición es un error. Es otra cosa.

En 1882, el Diario de Barcelona ya retrataba en sus páginas la existencia de colonias de barracas. La ciudad preparaba su primera gran cita internacional en busca de gloria, pues aunque a menudo se diga lo contrario no era más que una ciudad provinciana. Del Pirineo bajaron en busca de un empleo no pocos Onofre Bouvila para edificar los pabellones de la Ciutadella.

Lo de 1929 en adelante, en cierto modo, fue peor y más cruel. Barcelona ya lucía. En el Eixample se habían levantado, en ocasiones con dinero procedente de prácticas esclavistas en América, hermosos edificios. Así, los inmigrantes llegaban a la estación de França y tomaban allí un autobús que, antes de llegar a su destino, les permitía ver durante unos minutos aquello que desde entonces no sería su vida.

A finales de los años 50 vivían en barracas en Barcelona más de 100.000 personas. Había más de 30 calcutas sin luz, ni agua, ni alcantarillado. Quienes vivían junto al mar, en el Somorrostro o en el Bogatell, lavaban la ropa en la playa. La cazuela para cocinar era a menudo una gran lata de aceitunas en la que se hervía lo que se podía. En esas condiciones, la vejez se alcanzaba a los 50 años, un tiempo al parecer demasiado corto para que las autoridades cumplieran sus reiteradas promesas de que aquello del barraquismo tenía los días contados. La esperanza era tanta que incluso dio nombre a uno de esos falsos barrios de maderas y uralita. Durante la visita de Eva Perón a Barcelona corrió la leyenda de que esta iba a construir pisos para los desfavorecidos. Así, casi como una broma, surgió el nombre de La Perona, una de las más duras comunidades barraquistas de la ciudad.

Aquel urbanismo del Primero las personas, luego las casas murió formalmente el 7 de noviembre de 1990. Aquel día, el alcalde Pasqual Maragall asestó el primer mazazo al último derribo de barracas, en la calle de Francesc Alegre del Carmel. Lo que las expos de 1888 y 1929 no hicieron lo lograron los Juegos Olímpicos de 1992. Allí acabó la historia de las barracas de Barcelona. Lo sucedido ahora en Poblenou es otra cosa. Es otra historia. Distinta y singular, porque la pregunta es: ¿Qué hay más, barraquistas o pisos vacíos?


* El Periódico - 7.3.12
Foto: El mazazo de 1990 8 Maragall, en el último derribo, en el Carmel. ARCHIVO / juan valgañón

0 comentarios :