La glotonería inmobiliaria de Lima

FREDERICK COOPER* : Hace algún tiempo viene publicándose información sobre el destino de los terrenos que ocupan en Lima el Puericultorio Pérez Araníbar y el Hospital Larco Herrera. El fin de semana pasado los rumores respecto al supuesto abandono de la tarea cautelar de la Beneficencia Pública de Lima para con los huérfanos que ocupan el Puericultorio se tornaron más precisos, especulándose respecto al potencial inmobiliario de ambas propiedades y señalándose que, si bien las condiciones establecidas en el legado que lo originó disponen inequívocamente la obligatoriedad de mantenerlo a perpetuidad para el fin filantrópico para el que fue concebido, en el caso del Hospital Larco Herrera parecería que podría obviarse esa limitación, sugiriéndose que podría destinarse a un desarrollo inmobiliario que permitiera paliar la estrechez económica de la Beneficencia.

Las especulaciones en torno al destino que podría darse a dos importantes predios urbanos concebidos originalmente para un uso social altruista, devaluados arquitectónicamente a consecuencia del deterioro de sus pabellones y de su entorno paisajista, evocan la depredación que ha sufrido Lima el último medio siglo como consecuencia del desperdicio urbanístico de instalaciones de significativa envergadura devenidas arquitectónicamente obsoletas, funcionalmente inoperantes, o caídas en desuso. Lamentablemente en el Perú esta experiencia, en vez de haber sido procesada por las entidades públicas encargadas de velar por el equilibrio urbano de manera de lograr que reditúe en beneficio de la ciudadanía, ha sido malversada en provecho de una expansión inmobiliaria a la que se le ha permitido desarrollarse fácilmente, no reciclando áreas urbanas servidas, tugurizadas o subutilizadas.

Una consecuencia de ello es la paupérrima tasa de áreas verdes o recreativas con que cuenta Lima, y la ubérrima disponibilidad de espacios vírgenes –como el del Hospital Larco Herrera– a los que en vez de preservar a efectos de ampliar la magra oferta de espacios recreativos, culturales o recreacionales de los que dispone Lima, se insiste en brindarlos a la voracidad de la demanda inmobiliaria. La sugerencia de hacer uso del predio que ocupa el Hospital Larco Herrera para hacer otro conjunto habitacional, comercial o mixto anuncia la misma suerte que corrieron los antiguos espacios urbanos que ocupaban el hipódromo de San Felipe, los aeropuertos de Santa Cruz, Corpac y Limatambo, la antigua Penitenciaría, los cuarteles de La Pólvora y San Martín, o la amenaza que se cierne sobre el aeropuerto de Collique entre otros muchos predios cuya plusvalía ha sido malversada al anteponer su valor inmobiliario por encima de su importancia social y urbanística. Si a este dispendio se añade la incomprensible imprevisión que ha permitido autorizar formalmente –o permitir por razones de oportunismo político– la ocupación del íntegro de los valles del Rímac y el Chillón, sin provisionar espacios públicos recreativos o para usos culturales, así como la presión municipal distrital por vender o dar en uso comercial los terrenos de la Costa Verde, o la amenaza urbanizadora que se cierne sobre el valle del río Lurín, el panorama del futuro de Lima se percibe como el de una ciudad a la que se le ha impuesto una distorsión urbanística agobiante y perversa.

Lima, y en general todas las ciudades peruanas que en los últimos años han crecido vertiginosamente, se ha expandido carente de una política sensata y justa respecto al aprovechamiento de las áreas naturales o de los predios destinados antiguamente a usos devenidos ahora obsoletos. Esta penosa condición es otra de las consecuencias de haber librado su desarrollo a gestos improvisados, y no a proveer a sus ciudadanías con entornos funcionales y gratificantes. La escandalosa falta de espacios públicos –culturales o recreativos– consecuencia de la política depredadora que se sugiere continuar al insinuarse el aprovechamiento inmobiliario del Hospital Larco Herrera, constituye una prueba más de la urgencia de abordar su evolución futura con un sentido integral, no fragmentario.

* Nacido en Lima, Perú, en 1939. Estudia arquitectura en la Facultad de Arquitectura Urbanismo y Artes de la Universidad Nacional de Ingeniería (1957-1961), que le otorga el título de arquitecto en 1961.

* La República - Opinión - 28.4.12
Foto: Lima (Perú), borde costa - transporte

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