Madrid admite el error de 15 años de crecimiento basado solo en el ladrillo

ELPAÍS* : Madrid soñaba hace 15 años con convertirse en una capital europea pujante en lo económico; compacta, verde y habitable para sus ciudadanos, y con un centro histórico y una oferta cultural a la altura de París o Londres. Preveía además engordar su población a costa de los municipios vecinos, así que optó por exprimir el suelo disponible, convirtiendo en urbanizable y casi exclusivamente residencial el doble de superficie (10.000 hectáreas) de la que ocupa la almendra central.

El diagnóstico llevado a cabo ahora por el Ayuntamiento sobre lo sucedido en esos 15 años es desolador: la oferta de viviendas en la capital es muy superior a la demanda; hay barrios enteros planificados —que en total suman 200.000 pisos más— cuya viabilidad futura es dudosa; la actividad económica se ha fiado exclusivamente a la construcción, descuidando comercio e industria; y todo para que el problema de la falta de vivienda haya persistido por culpa del fuerte incremento de precios, dificultando su acceso a parte de la población.

Ahora el ciclo ha cambiado, la burbuja del ladrillo ha estallado, la ciudad no está preparada para el desarrollo de otras actividades económicas y se encuentra además atada de pies y manos por el exceso de suelo residencial.

La hoja de ruta de este disparate es el Plan General de Ordenación Urbana aprobado por el Ayuntamiento en 1997. No contemplaba un plazo para su ejecución, pero revisarlo fue una de las promesas de Alberto Ruiz-Gallardón cuando fue elegido alcalde en mayo y de Ana Botella cuando le sucedió en diciembre.

La concejal de Urbanismo, Paz González, lo explicó así la semana pasada: “Aquel plan pensó que Madrid debía crecer de forma indefinida; no se marcó unos objetivos claros sobre el modelo de ciudad que se quería. Pero estamos a tiempo de enmendar esos errores, a tiempo de resolver caminos que no tienen retorno, a tiempo de conseguir una ciudad para las personas”. El líder municipal socialista, Jaime Lissavetzky, lo resume así: “Los intereses de los ciudadanos quedaron por detrás de los de los promotores inmobiliarios”.

El primer paso de este proceso de revisión ha sido realizar un análisis del Plan de 1997, que “es ahora el mayor condicionante para definir el futuro de Madrid”, según admiten los responsables de Urbanismo. El documento resultante, de casi 250 páginas, señala otro obstáculo fundamental: la crisis económica. A ella se achaca que gran parte del plan solo se desarrollara sobre el papel, con “bajo costo económico en comparación con las altas inversiones que requiere la transformación física del territorio”.

Pero la crisis no llegó hasta 2008, 11 años después de la aprobación del plan, y después de (y, en parte, a causa de) una extraordinaria burbuja especulativa en torno al precio del suelo y de las viviendas.

“Para dar respuesta a la demanda existente”, cifrada en 309.298 viviendas, el Ayuntamiento optó por incluir en el Plan General de Ordenación Urbana de 1997 casi todo el suelo disponible. Fue más allá incluso, añadiendo Valdecarros y Valdebebas.

Anticipó la construcción de 371.114 viviendas, a las que hay que sumar 171.121 que se podrían levantar en el resto de suelo disponible. En total, 542.235. Entre 1997 y 2011 se concedieron licencias para 262.553 viviendas; hay otras 200.000 proyectadas, pero aún sin construir.

La revisión ahora del Plan General de Ordenación Urbana de 1997 señala que “la producción no se corresponde con la demanda real en función de la evolución de la población”. Madrid ha ganado solo 390.000 habitantes en estos 15 años, y cada vez son más los que optan por irse a vivir a municipios vecinos. Además, el tipo de viviendas construidas no se adecuó a las necesidades de los ciudadanos.

El documento añade que “sistemáticamente se ha hecho hincapié en el uso residencial del suelo”, y no se han incentivado otros que promuevan la actividad económica. Es decir, se ha apostado por el modelo productivo de la ciudad a una sola carta: el ladrillo. Eso ha llevado, entre otras cosas, a que la actividad comercial se aglutine en la almendra central, “desplazando” a las tiendas tradicionales.

Durante los 15 años que median desde la elaboración del plan, el Gobierno regional han sido presidido por Alberto Ruiz-Gallardón (1995-2003) y Esperanza Aguirre; la alcaldía la han ocupado José María Álvarez del Manzano (1991-2003), Gallardón (2003-2011) y Ana Botella. Todos ellos han gozado de mayoría absoluta. Todos ellos pertenecen al Partido Popular.

» Los PAU, en el aire. El Ayuntamiento cree que la mayor parte de las actuaciones previstas en 1997 para la corona norte ha sido ejecutadas, con la “incógnita significativa” pendiente de la Ciudad de la Justicia y la Operación Castellana. Muy diferente es la situación en el sur, donde solo el Ensanche de Vallecas está avanzado (pero con “un importante remanente de edificabilidad”). Y concluye que las “dificultades” económicas a corto y medio plazo “plantean un importante interrogante respecto a la materialización de los desarrollos previstos en los distritos de Villa de Vallecas y Vicálvaro (130.000 viviendas)”. Es decir, cuestiona el futuro de los Programa de Actuación Urbanística (PAU) de Los Cerros, El Cañaveral, Los Ahijones, Los Berrocales y Valdecarros.

» Atascos y contaminación. En materia de transportes, “el objetivo general de desincentivar voluntariamente el uso del vehículo privado” no se ha alcanzado, sobre todo fuera de la almendra central.

Se pensó que Madrid crecería a costa de los municipios vecinos, y ha sido al revés, lo que ha incrementado los desplazamientos entre el centro y la periferia urbana y regional, con mayor peso además del vehículo privado. El informe critica los “avances muy limitados” realizados por el Gobierno regional para paliar la “escasez” de aparcamientos disuasorios.

Tampoco se ha logrado que los promotores de los nuevos barrios se hagan cargo de las infraestructuras de transporte público, con la excepción de la prolongación de la línea 1 de metro en el Ensanche de Vallecas y de la 10 en la Castellana. Ni desatascar la N-V llevando el tren de cercanías a los nuevos desarrollos en el área de Alcorcón.

» Dotaciones insuficientes. No se han alcanzado los objetivos previstos en materia de escuelas, polideportivos, etcétera, sobre todo en las áreas urbanas ya consolidadas. Una sentencia judicial obligó al Ayuntamiento a emplear la expropiación en lugar del intercambio de terrenos para lograr el suelo donde construir esas dotaciones, lo que elevó su coste y limitó las actuaciones, dejando la almendra central sin las instalaciones que precisa. Se obtuvo menos de la mitad del suelo (35 millones de metros) que se deseaba, y no siempre donde se deseaba.

» Fracaso en la rehabilitación. El centro adolece además de otro problema: el método con el que se planteó su rehabilitación (por ejemplo, los patios azules y los patios de manzana) no ha funcionado, “lo que se refleja en la persistencia de infraviviendas y de carencias dotacionales”. Además, la catalogación de edificios a preservar por su valor histórico ha trabado aún más esta regeneración, al haberse hecho de forma “discrecional”, sin aportar valor al patrimonio artístico e impidiendo en muchos casos modernizar las construcciones para hacerlas habitables.

» Los parques no interesan. Las zonas verdes se han ampliado en estos 15 años en 2.800 hectáreas, frente a las 3.450 previstas; el documento destaca el fracaso en el Parque Manzanares y la Casa de Campo.

Pero, sobre todo, concluye que las operaciones que podrían haber hecho de Madrid una ciudad más sostenible en términos medioambientales, mejorando su habitabilidad, “suponían un conflicto” con el propósito último del plan: exprimir al máximo el territorio convirtiéndolo en urbanizable.

» ¿Qué solución cabe? La revisión del Plan General está aún en sus primeras fases, pero el Ayuntamiento ya ha avisado de que está dispuesto a cambiar el uso del suelo, aunque tenga derechos adquiridos, para evitar la parálisis provocada por el exceso de viviendas. Su intención es que los promotores dediquen esas decenas de miles de metros cuadrados donde no será rentable construir pisos en al menos 20 años, si es que alguna vez lo es, a otros propósitos, el principal de ellos atraer a empresas que quieran asentarse allí.

“El modelo urbano previsto por el Plan de 1997 se predeterminó con excesiva antelación y considerando demandas pasadas que no necesariamente se mantendrán en el futuro”, concluye el documento. En resumen: ladrillo, ladrillo y ladrillo, devenido ahora en solares baldíos, fragilidad económica... y dificultad de acceso a la vivienda.


* El País - BRUNO GARCÍA GALLO Madrid 7 MAY 2012
Foto: Obra sin acabar del Programa de Actuación Urbanística de Vallecas. / GORKA LEJARCEGI

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Ourense.- Baltar financió un asilo ilegal para la empresa de uno de sus alcaldes

ELPAÍS* : A tres bandas. La Diputación de Ourense pagaba la obra con fondos públicos, un diputado provincial y alcalde ponía terrenos municipales gratis y la empresa de otro alcalde baltarista se quedaba con el asilo tras finalizar la obra. El negocio parecía redondo, hasta que llegó la Agencia de Protección de la Legalidad Urbanística (APLU) de la Xunta y tumbó el proyecto. La crisis también hizo lo suyo.
En junio de 2001, el pleno del ayuntamiento de Chandrexa de Queixa autorizó a la Fundación Valdegodos —empresa propiedad de un exalcalde baltarista— la construcción de un asilo en una parcela rústica de propiedad municipal en la aldea de Celeiros (70 habitantes). La obra se presupuestó en 1,3 millones, pero sólo se ejecutaron 662.000 euros pagados íntegramente por la Diputación de Ourense a través de una subvención directa de 150.000 euros y de seis anualidades (de entre 84.000 y 88.000 euros) a cargo del Plan Operativo Local del ente provincial.

La inversión sirvió para construir, en una parcela de 3.371 metros cuadrados, un edificio de cuatro plantas inacabado, ubicado en un paraje natural dominado por un enorme embalse y por las vírgenes montañas del Macizo Central. El dinero para la obra se acabó y la residencia se convirtió en una mole de ladrillo inacabada e ilegal.

En agosto de 2010, la APLU certificó la ilegalidad y ordenó su demolición. La construcción se levanta en suelo rústico incumpliendo la Ley de Suelo de 1997, duplica la altura permitida (7 metros) y excede la ocupación máxima del terreno. La APLU también dictaminó que “no se adapta al ambiente en que está situada” porque “rompe la harmonía del paisaje y desfigura la perspectiva del conjunto”. La agencia concluyó que las obras no eran legalizables por lo que instó a “la reposición de la legalidad” tirando el edificio que, una vez finalizado, iba a gestionar la fundación de Manuel Candal, exalcalde baltarista de Vilamartín de Valdeorras fallecido en 2009.

El diputado provincial y alcalde de Chandrexa, Francisco Rodríguez, presentó alegaciones contra la orden de derribo, pero lo hizo sin pruebas, según la agencia. El regidor alegó que la parcela podía considerarse suelo urbano “por estar al lado de una carretera”. Además cambió la superficie de la parcela ocupada ilegalmente. En su escrito figuraba con 6.350 metros cuadrados y en la certificación del Catastro, con 3.371. La agencia se ratificó en lo dicho y añadió más ilegalidades: la obra se levantó sin autorización urbanística de la Xunta, el proyecto no incluía la obligatoria previsión de aparcamientos y nunca se aprobó un expediente de delimitación del suelo. Además, mantenía su principal argumento: la ocupación de suelo rústico. La Ley del Suelo de 1997 establece que en los municipios sin plan de urbanismo solo se podría construir en parcelas de suelo urbano consolidado. Una inspectora llegó a certificar en un informe que en la aldea de Celeiros “no existe malla urbana alguna”.

La APLU concedió en octubre de 2010 un máximo de tres meses para tirar el edificio. Pero un año y medio después la mole sigue en pie y Chandrexa está pagando multas coercitivas de 1.000 euros por no materializar el derribo. Podían ser sanciones de 700 euros por pronto pago, pero el Ayuntamiento obvió la primera notificación de noviembre de 2011, por lo que el pasado 13 de enero abonó íntegramente la primera sanción.

Íntimo amigo de José Luis Baltar y del regidor de Chandrexa, Manuel Candal, fue durante 36 años el férvido alcalde baltarista de Vilamartín de Valdeorras. También creó la Fundación Valdegodos, un conglomerado empresarial que controla asilos en Galicia y Canarias. Falleció en noviembre de 2009. La pasión que sentía por José Luis Baltar era tan mayúscula que plantificó un busto del exbarón en la sede de su empresa. Además, bautizó un puente de la localidad con su nombre. Ignacio Candal, su hijo, controla ahora la fundación creada en 1975. Su hija, María Jesús, le sucedió en el ayuntamiento hasta las pasadas municipales, cuando fue destronada del sillón de la alcaldía por el candidato del PSOE. Ahora ejerce como líder de la oposición. Si el proyecto hubiese llegado a fin, Candal habría añadido a su cartera de negocios el asilo ilegal pagado por la Diputación en unos terrenos controlados por uno de sus diputados.


* El País - PABLO TABOADA Ourense 6 MAY 2012
Foto: Aldea de Celeiros, con el asilo inacabado al fondo, dominada por el Macizo Central. / NACHO GÓMEZ

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No es solo un tren, es un mundo

LUIS IRIARTE* : Siempre ha habido quien ha dicho que en un trocito de la realidad se condensan y concretan las lógicas y prácticas de un tipo de sociedad. De ahí que uno de los slogans de la oposición al TAV haya sido: No es solo un tren, es un mundo. Y es que el empeño por construir nuevas lineas ferroviarias de alta velocidad es un ejemplo paradigmático, es decir, ejemplar del tipo de realidad en la que nos desenvolvemos. En la exigencia de construir un TAV se concretan y condensan las lógicas, intereses y prácticas de nuestra singular, orgullosa e inconsciente forma de vida.
Es una agresión, como tantas otras a las que ya nos hemos acostumbrado, contra el frágil medio del que tan radicalmente dependemos. Un nuevo intento de romper las limitaciones impuestas por la resistencia del aire y del rozamiento. Un nuevo artefacto siempre hambriento de mayores dosis de energía y por tanto de centrales nucleares y térmicas a las que se añadirán las eólicas y solares. Además de forzado a controlar como sea sus lugares de extracción y distribución. O ponerse al servicio de quien lo hace. La carrera por controlar los denominados recursos del planeta (energía, agua, tierras, alimentos...) hace ya tiempo que se está intensificando y extendiendo. Un buen puñado de países y agencias financieras ya están promoviendo la compra de tierras fértiles.

Por supuesto el TAV es un buen ejemplo de cómo los fondos denominados públicos, pero en realidad al servicio principalmente de intereses privados, se destinan a permitir la aceleración de los viajes de una minoría de la población: aquella que necesita y se puede permitir desplazarse de forma habitual y lo más rápidamente posible entre grandes capitales. Atravesando los lugares a tal velocidad que ni es capaz de mirar los paisajes a través de la ventanilla. Constituye un caso entre otros de la ceguera de nuestra clase política y sus fieles, quien con la que está cayendo no parece cansarse de repetir la letanía de su modelo: acelerar selectivamente los desplazamientos de determinados viajeros y mercancías nos hará más competitivos y capaces de crecer económicamente. Se recitará el mantra del necesario e insoslayable crecimiento económico como condición para no venirnos abajo. Así pues, produzcamos y consumamos más, si cabe, todo tipo de bienes ya sean materiales, de servicios o relacionales. Y luego gestionemos el desastre que deja tras de sí.

Sí, el TAV es un mundo. Y se palpa en la selección y control de sus viajeros. En sus guardias jurados y sus azafatas. En la breves y educadas palabras que intercambian los clientes antes de alejarse de nuevo, esta vez mediante conexiones inalámbricas, del lugar en el que están. Es el signo de las ansias de los políticos de turno por dejar huellas grandilocuentes de su paso por los puestos de mando.

La construcción del TAV y del resto de macroinfraestructuras ya sean de transporte, energéticas o urbanísticas es un vano intento por volver a la época de la especulación constructora que tantos beneficios ha dado al mundo del hormigón y de las finanzas. Y tantas prebendas ha repartido entre sus impulsores administrativos.

Pero quizás todo esto no tendría lugar sin su justificación medular: hay que ganar tiempo, también en los desplazamientos. Es lógico. Una sociedad acuciada por la falta de tiempo recurre a cualquier tipo de aceleración de las actividades para disponer de unos cuantos minutos más. Sin embargo, los resultados son cada vez más abrumadores. Cuanto más se incrementa la velocidad, más crece nuestra sensación de falta de tiempo. De tener que estar repicando y en la procesión. El imperativo social de hacer el máximo de cosas posibles en el menor tiempo posible se posibilita, al menos para algunos, también con la aceleración de determinados desplazamientos. De Madrid a Zaragoza, Sevilla o Barcelona. Y París y Bilbao y...

El TAV no solo pertenece a un mundo que está cambiando el clima y envenenando el planeta, que es crecientemente dependiente de todo tipo de recursos en vías de agotamiento o que en su delirio de dominar aquello que hay de “salvaje” en la tierra, la está recubriendo y manipulando con un aparato técnico cada vez más poderoso y peligroso. El TAV también pertenece a este mundo porque impulsa una de las reglas básicas de la competitividad global: acelerar todos los procesos. La creciente velocidad es igual a eficiencia y beneficio, pero no a un tiempo humano, a un ritmo adecuado a los umbrales necesarios de toda vida.

Se extiende la sensación ya generalizada de falta de tiempo en la sociedad que más ha logrado acelerar sus actividades. Y para contrarrestarla se impone más de lo mismo: más velocidad, más actividad. No solo se trata de más producción y consumo, sino de más deprisa. Otra imposición de los “mercados”. El TAV es parte de este mundo que en su imperiosa aceleración provoca episodios crecientes de angustia, ansiedad y stress, que nos aboca a una precariedad existencial y amenaza con el colapso. No es poco.

Existen momentos creados mediante la conformación de espacios colectivos en donde lo que que todo el mundo intuía, sabía, murmuraba o gritaba, se hace evidente. Es lo que ha ocurrido en la toma de plazas, principalmente con la clase política: todo el mundo sabe que esta muy corruptible casta se ha convertido en un eslabón imprescindible en la creciente dictadura de “los mercados”. E igualmente, se está haciendo evidente que la incuestionable y poderosa necesidad de acelerar todos los procesos sobrepasa nuestras capacidades. Nos aturde, desasosiega y somete. Se ve de una forma provocativa y arrebatadora que el rey está desnudo.

Crear un ritmo adecuado que permita unas condiciones dignas de vida es también un asunto político. Cuidar algunos límites tanto en nuestros consumos, ritmos, formas de representación o manipulaciones tecnológicas de lo inerte y lo vivo es un asunto de formas de vida, de mundos. Y esto solo puede ser un asunto colectivo. Como lo es el anunciado inminente inicio de obras para construir uno de los tramos del TAV navarro. No es solo un tren, es un mundo.

Un mundo que, por cierto, se está descomponiendo tal ha sido su victoria. Su promesa de un trabajo se desinfla entre precariedad, explotación y absurdo al mismo tiempo que los trabajadores se vuelven superfluos. Su democracia se asemeja más que nada a un esperpento de guiñoles. Su modos de vida se han vuelto radicalmente dependientes de mercados e industrias globales. Sus formas sociales nos abruman con contactos y nos zancadillean los encuentros. Su consumo voraz revela su insatisfacción y su saqueo de esfuerzos, ideas y todo tipo de materiales. Su aceleración instituye una forma de control donde cada uno ya está suficientemente ocupado en mantener su vida a flote.

Los dioses se están desmenuzando tal es la cantidad y la grandeza de las mentiras que se han contado. Ante las enormes crisis que están a la vista de todos (climática, de recursos, de cuidados, financieras...), el Ministerio de Fomento, con la servil colaboración de las administraciones autonómicas, sigue promoviendo el mismo modelo que tan buenos réditos le ha dado hasta ahora, impulsando un TAV que es una muestra ejemplar de un mundo sin futuro. Y lo sabemos. El rey se tapa con andrajos.


* Rebelión - Opinión - 6.5.12

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